3.7.10

Gaia (PT4)

Bien, se supone que iba a subir la semana pasada, pero tuve cierta graduación a la cual tuve que asistir, y estuvo muy aburrida, y en vista de que la semana pasada iba a subir dos porque la antepasada tampoco subí, hoy subo tres.
Si no han visto alguna de las partes anteriores, los links están aquí.

La costa del silencio

Pasaron muchas lunas, y yo cada vez estaba más impregnado del magnetismo de aquella singular mujer. Aún siendo cautiva de los españoles, no albergó nunca odio o rencor hacia nosotros, pero tampoco abrazó el cristianismo como hicieron otras. Ella no entendía el afán de Hernán Cortés por invadir y dominar a Tenochtitlan, capital del imperio Azteca. Azaak aseguraba que la tierra, las nubes y las montañas pertenecían a quien supiera vivir en comunión con ellas, no utilizarlas como plataforma de crecimiento personal., venganza o abuso. En las muchas noches que pasé, hechizado, escuchando preciosas historias que me contaba, empecé a comprender lo que me quería enseñar.
- Vosotros –me dijo- utilizáis el mar para alimentaros y para viajar por él, pero jamás lo cuidáis. Y el mar como ser vivo que es, necesita amor y atenciones, al igual que el río o el árbol. Ayer escuché al viento y me advirtió que dentro de muchas lunas, cuando tengáis barcos que no necesiten al hermano viento para desplazarse, el mar sufrirá una enfermedad de tal gravedad que si no lo remedia el hombre blanco, morirá de pena y de suciedad. Y la madre naturaleza os castigará por ello.
A las puertas de Tenochtitlan, mientras la luna iluminaba nuestras caras, Azaak alumbró mi alma contándome la profecía que según ella ocurrirá en nuestra Gaia dentro de muchos, muchos años.






El mar escupía un lamento
tan tenue que nadie lo oyó.
Era un dolor de tan adentro
que toda la costa murió.

Llora lamentos la nube que enfermó
y escribe espantos en la arena el dolor.
Arrulla el miedo a un delfín que bebió
de un agua negra, su suerte emigró.

Ven, quiero oír tu voz,
y, si aún nos queda amor,
impidamos que esto muera.
Ven, pues en tu interior
está la solución,
de salvar lo bello que queda.

Donde se acomoda la usura
nacen la ambición y el poder,
y este germina en la tierra,
que agoniza por interés.

Y una gaviota cuentan que decidió
en acto suicida inmolarse en el sol.
Ríe desprecios un barco que encalló,
y se desangra en su lecho: LA MAR!

Hagamos una revolución,
que nuestro líder sea el sol,
y nuestro ejército
sean mariposas.

Por bandera otro amanecer
y por conquista comprender
que hay que cambiar
las espadas por rosas.

Mientras te quede aliento
ve a buscar con el viento
ayuda, pues no queda tiempo


El árbol de la noche triste
Advertencia: el contenido de ésta canción puede ser ligera y sexualmete explícito

En la noche del 30 de junio de 1520, y tras haber cohabitado con los aztecas en Tenochtitlan, aprovechando la creencia de estos de nuestra procedencia divina, Hern án Cortés ordenó que abandonáramos la capital, ya que la paciencia de los aztecas y el apoyo del pueblo a Monctezuma, había llegado a su fin. Las órdenes eran claras, debíamos transportar todo el oro y los tesoros que pudiéramos y en alianza con la oscuridad que nos proporcionaría la noche, huiríamos con la misma clandestinidad que un ladrón tiene al abandonar la escena del crimen. Yo mismo me vi empujado a la rapiña y la ambición. Todos éramos presa de una mezcla de miedo y extraña borrachera de poder. Había quienes, incluso, dejaban sus armas y cascos, para así poder trasladar más botín.
Y como las patas del mentiroso y del ladrón son muy cortas, no pudimos ir muy lejos. Debido al poco sigilo que mantuvimos, los aztecas dieron la voz de alarma y al ver que cobardemente huíamos con su riquezas, nos atacaron con la fuerza que da el defender tu raza y tu tierra. Los caballos se hundían en el agua, fruto de tanto sobrepeso y muchos de mis compañeros perecerían ahogados por el mismo motivo. Fue una matanza. Cortés resultó herido, y las bajas fueron cuantiosas. Yo sufrí una herida de la cual nunca podré curarme, y fue la herida que recibió mi alma al ver en que me había convertido: ladrón y asesino cobarde. Azaak, también, había conseguido escapar con vida, pero muy a su pesar, pues seguía esclava de nosotros y creo que también de mi corazón... entre ella y yo había surgido algo más fuerte que el odio o la ambición, ¡el amor!
Me armé de valor y aprovechamiento que Cortés tomaba aliento al pie de un árbol, me decidía a hacerle saber mi punto de vista sobre aquella, tan poco honrosa, forma de proceder. Mi sorpresa fue descubrir a Hernán Cortés llorando ante ese árbol, fue una noche de tristeza, fue la noche triste...






Hoy la soberbia hizo violar tu valor
Y la avaricia lamió tu deshonor
Cuanto duele sentir
Que uno esta perdido
Que la amargura se folló a tu destino

Quítale la ropa interior al dolor
Desnúdate Cortés y dime ¿qué ves?
¿Dime que ves?

Se excita la venganza al ver la erección
Que te produce la idea de otra invasión
Creíste tener el mundo a tus pies
Y lloras tu derrota lamiéndote

Recuerda lo que aquí un día perdiste
Yo soy el Árbol de la Noche Triste

Sé que tu llanto servirá
Tarde o temprano
Para no esclavizar jamás
Al ser humano

Llora un quetzal y al tiempo
Rugen lo ríos y el viento
A un colibrí ordena ¡Vete a buscar!
Donde Gaia se esconde
Que ordene al horizonte
Que eyacule un volcán

La rosa de los vientos

Hoy tengo el convencimiento de que hablé que el corazón, que todo cuanto dije a Cortés fue lo correcto y lo que tenía que hacer, pero en ese momento, una vez que mi boca dejó de soltar toda esa verborrea, y después de acusar a Cortés, el miedo me abrazó tan fuerte que incluso él decidió apiadarse de mi y no ahorcarme por traición. Evidentemente, fui arrestado y el juicio postergado hasta mi regreso a Cuba, donde se me trataría con deshonor y se me encarcelaría.
Pero Cortés, a la vez, necesitaba hombres y yo, aunque contestón y, según él, cobarde, era útil para sus propósitos. Se había propuesto volver a Tenochtitlan y conquistar el imperio Azteca de una santa vez.
Como siempre mi bella Azaak me dio consuelo y aseguró que en la vida hay que regirse por principios tan simples como estos...






Si siembras una ilusión
Y la riegas con tu amor
Y el agua de la constancia
Brotará en ti una flor
Y su aroma y su calor
Te arroparán cuando algo vaya mal.

Si siembras un ideal
En la tierra del quizás
Y lo abonas con envidia
Será dificil arrancar.
La maldad
De tu alma se ha hechó raíz.

Y que mi luz te acompañe
Pues la vida es un jardín
Donde lo bueno y lo malo
Se confunden y es humano
No siempre saber elegir.

Y si te sientes perdido
Con tus ojos nos has de ver.
Hazlo con los de tu alma
Y encontrarás la calma
Tu rosa de los vientos seré.

Si siembras una amistad
Con mimo plántala
Y abónala con paciencia
Pódala con la verdad
Y transplántala con fe
Pues necesita crecer

Si te embriagas de pasión
Y no enfrías tu corazón
Tartamudearán tus sentidos y quizás
Hablará sólo el calor y no la razón
Es sabio contar hasta diez

Les diría cuál es la parte que sigue, pero la verdad me da hueva, y aparte ya estoy haciendo otras tres cosas: ver A Hard Day's Night, comenzar a asegurarme de haber visto absolutamente todos los capítulos de los Simpson (excepto por los cortos con que empezaron) y leer La Reina de los Condenados. Así que sólo espérenla

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